Cristina Silván. PUNTO DE FUSIÓN
1 diciembre al 18 marzo 2023

ELOGIO DE LAS FRONTERAS

¿Cómo establecer una genealogía? ¿Cómo organizar el caos? ¿Cómo configurar un espacio o un emplazamiento? Trazando una línea. Separando el adentro del afuera, el aquí del allí. Autorizando lo prohibido. Este sencillo gesto –dividir, separar, delimitar- realizado con el grafismo de la línea y la superficie del plano, permite a Cristina Silván distribuir con una exquisita precisión los elementos que componen las obras que presenta en su cuarta exposición individual en la galería Antonia Puyó de Zaragoza.  

Tanto en los dibujos digitales como en las obras de carácter escultórico, volumétrico, asistimos a los conceptos de separación y delimitación; una ordenación simbólica que nos sitúa ante una –o varias- fronteras. Pero, a su vez, se trata de un establecimiento de fronteras paradójico puesto que esta misma delimitación le sirve para crear una expansión de las estructuras compositivas en diversas direcciones, invitándonos a reflexionar sobre lo abierto y lo cerrado, el principio y el final; sobre el equilibrio formal llevado al límite y sobre la tensión en la articulación de la línea, del plano y del color. Un verdadero ejercicio de síntesis avalado por un modus operandi muy personal y cimentado sobre una amplia experiencia profesional en el ámbito de la creación artística. 

Sometidas a un detallado análisis puede parecer que las obras creadas por Silván se llegan a conocer meridianamente, que están bajo el control del espectador; aunque esto no llega a suceder jamás  -porque no cabe la posibilidad de agotamiento-. En el mismo momento en que uno cree que comprende la obra, que ha accedido a su lectura y ha sido desencriptada, se escapa, se libera de la mirada ajena, se distancia de nuevo, ofreciendo una visión renovada del conjunto, ampliando su lectura y su disfrute. Esta es su virtud. Este es su privilegio. 

Quien pretenda superarse a sí mismo, debe empezar por delimitarse. Y esto es a lo que la artista se aplica con acierto en su labor creativa: se somete a una autolimitación que, gracias a su experiencia y conocimiento del mundo -del afuera- y de una factura técnica impecable, posee el privilegio de expandirse y escapar de lo banal, otorgando a la geometría un lugar emocional, un acceso al mundo sensible, al tiempo que dota a sus dibujos digitales y piezas tridimensionales del rigor y sentido propios de la geometría  abstracta. Lo diverso es su territorio, el campo de acción elegido; y en este territorio explora las zonas intermedias, las intersecciones y las líneas de fuga que parten de un núcleo central de la composición, mientras se concentra también en los límites del soporte, visible en ocasiones como recurso estético. Ningún conjunto de entre los propuestos para esta muestra puede cerrarse completamente, debido –y gracias- a la propia naturaleza de los materiales que los constituyen y a la transformación a la que han sido sometidos. 

Lo más profundo que hay en el hombre, dice Paul Valéry, es la piel; y Jean-Paul Escande añade: la piel no es solo la envoltura del organismo, es también su espejo y su resumen. Profundizar en el propio método, dotando a la obra, además, de contenido, es una forma de proceder extremadamente compleja en el ámbito de la abstracción geométrica porque obliga a la artista a encontrar -y mantener- un equilibrio constante entre todos los factores de la ecuación que aquí se nos propone. En cada una de las obras que componen la exposición apreciamos un halo de análisis introspectivo al que acompaña, implacable, la problemática de encajar las piezas de un complejo puzzle en el que se busca necesariamente el punto de fusión, ese momento térmico en el que coexiste el estado sólido con el estado líquido y ambas fases conviven en equilibrio. Y en este punto -o en este estado-, de latencia, de espera, de análisis, la artista nos interpela, nos interroga, nos invita a encontrar y reconocer, siguiendo sus pasos, el origen a la vez que nos dirige subconscientemente hacia el límite.

 De formato contenido pero profundamente expresivas, las piezas se articulan a través del color proporcionado a los planos y las líneas, de los que se sirve con particular intuición y dominio, para señalar una pauta de lectura de las obras que vuelve a situarnos en el entorno de mutación y cambio, de delimitación, logrando en cualquier caso una estética muy depurada. En su novela Teorema, en el capítulo titulado  Vocación y Técnicas, Pier Paolo Pasolini explica lo siguiente: “Hay que inventar nuevas técnicas que sean irreconocibles, que no se parezcan a ninguna operación precedente. Hay que construirse un mundo propio, con el cual no haya comparaciones posibles”. Y por ese camino, de difícil acceso, deseado por muchos y alcanzado por pocos, transita Cristina Silván.

 

Víctor Solanas-Díaz