JULIA PUYO. Lapsus

1 abril al 28 mayo 2022

PRENSA

JULIA PUYO. Lapsus (Texto Pilar Cruz)

María Branyas Morera nació en marzo de 1907 y por tanto es una integrante del restringido club de los súper centenarios que sobrevivieron a la I Guerra Mundial. Hace poco sobrevivió al Covid, hace poco sobrevivió también otra gran pandemia, la de la Influenza de 1918, una de las más devastadoras de la Historia junto con la Peste Negra o el VIH Sida. Hace realmente poco, un lapso muy breve. Un lapso de tiempo, no confundirse con lapsus como error. La pandemia del Covid iba a ser un lapso y está resultando ser un lapsus.

La exposición de Julia Puyo es un recorrido que, más que versar sobre el Covid como lapso que empieza y acaba, trata de la pandemia como síntoma de un error de sistema.

Comienza con Lapsus Temporis, que son dos imágenes paralelas separadas por un lapso de cien años. Toda una vida para María Branyas, pero muy poco tiempo en términos geohistóricos.

La estrategia artística que sigue Julia, de acumular y relacionar imágenes ya existentes, hizo que se creara este emparejamiento de dos instantáneas, separadas por el tiempo, unidas por la pandemia. Las dos reflejan cuerpos, más hacinados en una, más ordenados en otra. Cuerpos enfermos alineados en la primera imagen, cuerpos sanos correctamente escuadrados en la otra, como mercancía en el almacén de un centro de distribución. La Salud es logística. Los cuerpos son masa convertida en datos, disputados entre el sistema público y el privado. Los puntos de vista y de fuga de las dos imágenes son tan parecidos que producen un extrañamiento temporal que acorta aún más la distancia histórica entre una y otra. Y es que parece que los eventos de pasado y presente tienen una lógica demasiado recurrente y paralela, como que la historia se repite a modo de farsa. O incluso como caricatura. 

Se cometió el error de pensar que la Influenza fue un simple lapso que ya pasaría, un tsunami que destruye sin alterar los cimientos. Como dice la viróloga Margarita del Val, no dejó literatura ni arte, no dejó legado, no se aprovechó para reflexionar o aprender de ella. De modo que vinieron los locos años veinte, y sabemos cómo acabó aquello. De aquellos polvos… ¿Cuántas posibilidades hay de que nos suceda lo mismo, que esta pandemia no reconstruya los cimientos, que volvamos locamente a lo de antes?

Lo que no se cuenta, no existe, y aunque se produzca conocimiento en forma de arte, literatura, o textos filosóficos, es también importante que haya reflexión y relato sobre ello para que se refleje en las políticas públicas y económicas, provocando así cambios. Y esa falta de incorporación al relato oficial es sobre lo que reflexiona un manual de Historia del Arte de los años 70, en el que la artista ha grabado a láser Le discours officiel. Aprender lo que nos está intentando enseñar la pandemia no pasa únicamente por una transformación de voces individuales concienciadas sino por una fuerza colectiva y unánime. No basta con crear obras de arte sino que también éstas deben ser integradas en cómo contamos este periodo y que por supuesto esto se traduzca en un cambio de mentalidad, de comportamiento, en un punto de inflexión del devenir humano. Una narración oficial que devenga historia.

 

La idea de la confusión en la percepción del tiempo que había tras Lapsus Temporis se encuentra encarnada en Time Capsule. Todo el mundo coincide en que la sensación psicológica del paso del tiempo es diferente tras dos años de pandemia, y se alteró sobre todo durante el confinamiento. Julia convierte en materia el concepto abstracto del tiempo, haciendo que se visualice a través del periódico, que en el fondo es una unidad de medida temporal. Así que nos muestra dos fardos de diarios, todos los que se editaron durante los dos estados de alarma del 2020-20021. El tiempo se convierte así en volumen, medible y acumulable, su ritmo se convierte en archivo. Pero, a diferencia de la voluntad de rellamada a la memoria que hay detrás del archivo, estas cápsulas de tiempo están amarradas con correas, su interior se hace inaccesible al igual que el tiempo es irreversible. Julia Puyo colecciona y acumula periódicos, con un empecinamiento entre nostálgico (ya no queda mucha gente que compre periódicos de papel), y diogenésico. La obsolescencia de la información que contiene Time Capsule y su materialidad dialogan con la siguiente pieza. 

En El tiempo real y gracias a un programa informático, se visualizan al momento todos los tweets que se emiten con la etiqueta #coronavirus. Toda la información que se produce en la red social aparece en pantalla y desaparece en el momento en que otra persona publica algo con el mismo hashtag. La cadencia con la que aparece el flujo de informaciones sobre la pandemia se intensifica y disminuye según lo que dicte la actualidad y la cantidad de personas o medios emitiendo mensajes. En los momentos más intensos este flujo de información es tan rápido que el espectador no puede ni leerlo, su velocidad es humanamente inabarcable. Julia visibiliza con esta herramienta el ritmo de determinados eventos, pero no por cómo ocurren sino por cómo se cuentan, el ruido que hacen, la curva de interés que tienen para la audiencia desde que nace hasta que decae. Para comprender toda esta cantidad de información se necesitaría analizarla con herramientas de analítica y Big data, se necesita análisis y reflexión, es decir, tiempo y recursos. También se necesita un objetivo que marque las premisas de ese análisis, ¿pero cuál? De nuevo volvemos a la misma idea que hay detrás de El discurso oficial: puede haber un ruido mediático abrumador, puede haber ingente producción de información, datos o incluso producciones culturales sobre un hecho. Pero como todo esto no pase a ser digerido en relato, lo único que hace es barullo, cuando no directamente intoxicar y por tanto hastiar a la gente. La finalidad de lo que se acabe haciendo con todos esos datos, su interpretación, no es asunto menor. 

En esta pieza además asoma una cuestión que la artista ya nos va a desarrollar en la siguiente pieza, Degrowth, que actúa como colofón y como declaración de intenciones y posicionamiento político. Esta cuestión es la de la materialidad como elemento crítico de lo virtual. No sólo es perverso, sino que también oculta la verdadera agenda de las empresas tecnológicas, el llamar “nube” a un complejo sistema de recursos físicos. Sistema que ocupa espacio real y materiales escasos, cuyos edificios, como señala el escritor Niklas Maak, se construyen en medio de la nada para esconderse adrede del ojo público.

Pues sí, Internet tiene un enorme impacto ambiental, no somos conscientes de lo que pesan nuestros datos en kilos o cuánto ocupan en metros cuadrados. Cuántos servidores, cables, satélites, energía y materiales. El conflictivo régimen de extracción de las materias primas, las condiciones materiales de la producción tecnológica, la cada vez mayor demanda… contribuyen a una crisis de suministros que no es pasajera. La investigadora y experta en minerales críticos Alicia Valero ha puesto fechas a esta cuestión: en los últimos 21 años hemos consumido tanto cobre como en toda la historia de la humanidad. Sostiene que estamos asomándonos a una crisis de materias primas no interpretable sino muy real, y la era de la escasez está ya asomando las orejas. Para evitar un pronóstico irreversible Valero lo apuesta todo a un decrecimiento drástico: algo tan radical como compartir, reducir, volver a lo local.

 Degrowth es una escultura hecha con tubos de cobre, la cantidad necesaria para transmitir un mensaje. El cobre es conductor de energía, y es fundamental para la electrónica, las telecomunicaciones y el transporte. Pilares básicos del sistema de producción actual, vaya.

La cuestión es ¿podemos decir lo mismo con menos? ¿es posible mantener las ventajas del progreso disminuyendo el consumo? A ver, por dónde empezamos. La pandemia de covid ya puso, por breves, la salud por encima de la economía.

¿Volver a retomar la producción? ¡Ni se nos ocurra!, clamaba el sociólogo Bruno Latour en marzo del 2020. El tren del desarrollo es tan frágil, decía, precisamente por ser tan globalizado, y por otro agente global como un virus se puede llegar a detener. Latour sugiere que nos convirtamos, al igual que ese virus, en interruptores de globalización: que nos empecemos a imaginar pequeños gestos insignificantes o gestos barrera contra ese sistema, pero no para modificarlo sino para salir de la producción como el único medio posible de relación con el mundo. Y, en sintonía con lo que sugiere Alicia Valero, para ello hay que ir echando el freno: “todo automovilista sabe que para tener la oportunidad de dar un gran giro de volante salvador sin descarrilar, hay que haber ralentizado un poco antes…”
 

Julia Puyo así lo ve y añade una Coda a esta exposición, una obra que son dos billetes grabados con las frases “Too Big to Fail/Too Big to Jail”, expresión que alude a las entidades financieras demasiado grandes como para dejar que quiebren y además son tan enormes y opacas que algunas de sus prácticas económicas quedan sin castigo. Demasiado grande nos ha quedado este capitalismo, cuyos desmanes no se cuestionan porque si cae, se va todo al carajo. Pero es que igual es ahí donde ya estamos medio hundidos, porque igual se han reído un poco de nosotros y ese capitalismo extractivista no era la mejor doctrina posible, viendo el mundo que nos ha dejado.

La ruta para salir de la ciénaga nos la señaló Antonio Gramsci más o menos al mismo tiempo que María Branyas veía pasar la epidemia de Influenza: pesimismo de la razón y optimismo de la voluntad. Tenemos esa capacidad de acción, y no sólo para actuar de manera individual frenando el ritmo del consumo sino exigiendo que se baje a nivel macro, cambiar el marco de pensamiento hacia un nuevo pacto social por el bien común (de humanos y planeta). Aunque el régimen económico nos amenace con el Apocalipsis si le dejamos caer, hay que ser desesperadamente optimistas para poder ver otro mundo posible: Si el sistema es un lapsus, convirtámoslo en un lapso.

                                                                                                                                               Pilar Cruz

 

JULIA PUYO. Lapsus  

María Branyas Morera was born in March 1907 and is, therefore, a member of the restricted club of centenarians who survived the First World War. Not so long ago, she also beat COVID-19, the same way she did with another great pandemic, the Spanish flu pandemic of 1918, one of the most devastating in history, along with the Black Death and HIV Aids. It was a very short time ago, a very short period of time. A lapse of time, not to be confused with a lapsus, as a syn-onym of mistake. The COVID-19 pandemic was to be a lapse and is turning out to be a lapsus.

Julia Puyo's exhibition represents a journey that, rather than dealing with the COVID-19 as a lapse of time, with a starting and ending point, deals with the pandemic as a symptom of a sys-temic lapsus.  

It begins with Lapsus Temporis, Time Capsule which are two parallel images that are one hundred years apart. A lifetime for María Branyas, but very little time in geohistorical terms.

Julia's artistic strategy of accumulating and connecting existing images led to the creation of this pairing of two snapshots, separated by time and united by the pandemic. Both images por-tray bodies, crowded together in one of them; organized in the other one. Sick bodies lined up in the first image, healthy bodies properly positioned in the shape of a square in the other; like goods in the warehouse of a distribution centre. Healthcare is logistics. Bodies are mass turned into data, contested between the public and private systems. The points of view and the vanish-ing points of the two images are so similar that they produce a temporal estrangement that shortens the historical distance between them even more. And it seems that the events of the past and the present have an all too recurrent and parallel logic, as if history were repeating itself in the form of a farce; of a caricature. 

Influenza was wrongfully considered a simple lapse that would get over, like a tsunami that de-stroys everything on the surface but does not affect the foundations. As the virologist Margarita del Val says, it left no literature or art, no legacy, no opportunity to reflect or learn from it. So the Roaring Twenties came along, and we know how that ended. The chicken came home to roost… How many chances are there that the same thing will happen to us? That this pandemic will not rebuild the foundations? That we will go back to what happened before?

What is not told, does not exist, and although knowledge is produced in the form of art, litera-ture, or philosophical texts, it is also important to reflect and talk about it so that it is reflected in public and economic policies, thus bringing about change. And this lack of incorporation into the official narrative is what a 1970s art history textbook, in which the artist has laser-etched Le discours officiel, reflects on. Learning what the pandemic is trying to teach us does not only require a transformation of conscientious individual voices, but a collective and unanimous force. It is not enough to create works of art; they must also be integrated into how we tell the story of this time, and of course this must be translated into a change of mentality, of behav-iour, into a turning point in human evolution. An official narrative that becomes history. 

The idea of the confusion in the perception of time that was behind Lapsus Temporis is embod-ied in Time Capsule. Everyone agrees that the psychological sense of the passage of time is different after two years of pandemic, and was altered especially during the lockdown. Julia turns the abstract concept of time into matter, displaying it through the newspaper, which is basically a temporal unit of measurement. And so, she shows us two bundles of newspapers, all of which were published during the two states of alert of 2020-2021. Time thus becomes vol-ume, measurable and accumulative, its rhythm becomes archive. But, unlike the will to recall the memory behind the archive, these time capsules are strapped down, making their interior inaccessible, just as time is irreversible. Julia Puyo collects and gathers newspapers, with a stubbornness somewhere between nostalgia (there are not many people left who buy paper newspapers) and Diogenes. The obsolescence of the information contained in Time Capsule and its materiality are in line with the following piece.

 In El tiempo real, thanks to a software tool, all the tweets containing the hashtag #coronavirus are displayed instantly. All the information produced on the social network appears on the screen and disappears as soon as someone else posts something with the same hashtag. The rate at which the flow of information about the pandemic appears intensifies and diminishes according to what the news and the number of people or media outlets posting messages dic-tate. In the most intense moments, this flow of information is so fast that the spectator cannot even read it, its speed is humanly unmanageable. Julia uses this tool to exhibit the rhythm of certain events, not by how they happen but by how they are told, the noise they make, the curve of interest they have for the audience from the moment they start to the moment they die down. In order to understand all this amount of information, we would need to go over it with analytical and big data tools, we would need a lot of discussion and reflection, in other words, time and resources. It also requires an objective that sets the premises for this analysis, but which one? Once again we come back to the same idea behind Le discours officiel: there may be an overwhelming media noise, there may be a huge production of information, data or even cultural productions about an event. But if all this is not digested into a story, all it does is make that, noise, if not directly intoxicate, and therefore, make people feel fed up. The purpose of what ends up being done with all this data, its interpretation, is no minor issue. 

This piece also raises a question that the artist will develop in the following piece, Degrowth, which acts as a colophon and as a declaration of intent and political standing: that of materiali-ty as a critical element of the virtual. To call a complex system of physical resources a "cloud" is not only perverse, but also conceals the real agenda of technology companies. A system that occupies real space and scarce materials, whose buildings, as the writer Niklas Maak points out, are constructed in the middle of nowhere to deliberately hide from the public eye.

Yes, the Internet has a huge environmental impact and we are not aware of how much our data weighs in kilos or how much it takes up in square metres. How many servers, cables, satellites, energy and materials it needs. The conflictive regime of raw material extraction, the material conditions of technological production, the ever-increasing demand... all contribute to a supply crisis that is not temporary. Researcher and critical minerals expert Alicia Valero has put dates on this issue: in the last 21 years, we have consumed as much copper as in the entire history of mankind. She argues that we are approaching a raw materials crisis that is not arguable but very real, and that the era of scarcity is already looming. To avoid an irreversible prognosis, Valero bets everything on drastic degrowth: something as radical as sharing, reducing and go-ing local. 

Degrowth is a sculpture made of copper tubes, in the exact amount needed to transmit a mes-sage. Copper is a conductor of energy, and it is essential for electronics, telecommunications and transport, which are the fundamental pillars of today's production system.

The question is, can we say the same with less? Is it possible to maintain the benefits of pro-gress while reducing consumption? Well, to start with, the COVID-19 pandemic already put health before economics for a short period time.

“We can't even think of going back to production!” cried sociologist Bruno Latour in March 2020. “The development train is so fragile” he said, “precisely because it is so globalised, and it can be stopped by another global agent like a virus.” Latour suggests that we become, like this virus, globalisation interrupters: that we start to imagine small insignificant gestures or barrier gestures against this system, not to modify it, but to get out of production as the only possible means of relating to the world. And, in line with Alicia Valero's suggestion, to do so, we must start putting on the brakes: “every motorist knows that in order to have the chance to make a big saving steering wheel turn without derailing, you have to slow down a little before…” 

This is how Julia Puyo sees it, and so she adds a Coda to this exhibition, a work that portrays two banknotes engraved with the phrases “Too Big to Fail/Too Big to Jail”, an expression that refers to financial institutions that are too big to be allowed to fail and are also so huge and opaque that some of their economic practices go unpunished. This capitalism, the excesses of which go unchallenged because if it falls, it all goes to hell, has become too big for us. But may-be it actually is where we are already half sunk, because also maybe, they have laughed at us and this extractivist capitalism was not the best possible doctrine, given the world it has left us.

The route out of the swamp was pointed out to us by Antonio Gramsci at about the same time as Maria Branyas was watching the 1918 influenza pandemic go by: pessimism of reason and op-timism of will. We have that capacity for action, and not only to act individually by slowing down the pace of consumption, but to demand that it slows down at the macro level, to change the framework of thinking towards a new social pact for the common good (of humans and the Earth). Even if the economic regime threatens us with apocalypse if we let it fall, we have to be wildly optimistic in order to see another possible world. If the system is a lapsus, let's turn it into a lapse.

 

                                                                                                                                              Pilar Cruz